martes, 19 de enero de 2016

Garrulos al volante y otras cosas de interés.

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Esta mañana, yendo a trabajar por la misma ruta de siempre, había bastante tráfico. 

Necesité cambiarme de carril y viendo que en el de mi izquierda había hueco suficiente indiqué la maniobra y allá que me fui. Justo en ese momento, el conductor que estaba dejando el hueco hizo sonar el claxon de su BMW serie 7, aceleró y, como ya estaba yo en el hueco, procedió a adelantarme invadiendo una zona cebreada y parte del carril contrario, para bloquear mi trayectoria, deteniéndose delante de mi a pesar de que el tráfico fluía lentamente.

Prosiguió su marcha como si tal cosa, habiendo demostrado su supremacía, imagino que jurando en hebreo y a punto de alcanzar un orgasmo.

Quiso darse la casualidad de que unos minutos más tarde el garrulo en cuestión tuviese la misma necesidad que yo, pero en lugar de indicar la maniobra y cambiarse de carril con prudencia, prefirió sobrepasar una línea continua como si fuese un cometa.

El justiciero vial resultó ser un infractor más, de tantos que hay por aquí sueltos, haciéndome ver que lo único que pudo ofenderle de mi maniobra sea que "aproveché" un despiste mañanero para "ganarle" la posición. Lo que viene siendo un ataque de cuernos en toda regla.

Y esto me lleva a una reflexión. Se sanciona poco, se persigue poco a los infractores.

Nos quedamos en la paja, en que los radares se ocultan, se invierte en multar y no tanto en mejorar infraestructuras, vemos límites de velocidad insuficientes... cuando en realidad es que nos pasamos las normas por el forro de la entrepierna.

Bien estarían los radares en cada zona peligrosa, pero todos ellos (ocultos o no) sancionan infracciones, no se las inventan por estar colocados en un helicóptero que nos pilla in-fraganti sin que nos enteremos de la misa la media.

Bien estarían las carreteras en mejor estado, pero es nuestra obligación como conductores adaptar nuestra conducción a las condiciones que nos encontremos.

Bien estarían los pasos de peatones mejor iluminados, y sería buen complemento que prestásemos más atención y redujésemos nuestra velocidad al aproximarnos a ellos.

Bien estaríamos estacionando correctamente, respetando zonas para discapacitados, límites de velocidad...

En definitiva, exigimos -justamente- mejores condiciones pero no estamos dispuestos a respetar las normas, a la vista de lo que hay por calles y carreteras.

Somos más de zanahoria y palos que de tolerancia y buena educación. 

(*) Llevo conduciendo habitualmente desde hace más de 21 años. En este tiempo me han puesto una sanción por estacionamiento.

miércoles, 10 de junio de 2015

Sólo es fútbol.

Créeme cuando te digo, amigo, que hay quien no lo entiende. Pero me alegré doblemente.

Me alegré por ver vuestra felicidad, la de mis amigos, la de la gente a la que quiero y me quiere. No eran mis colores, o mejor dicho sí lo son, pero no los de mi equipo. Y aún así me alegré por vuestro éxito. Merecido, tras años de sufrimiento. Os he visto ir al campo con ilusión, y volver tristes. Os vi preparando largos viajes, con una camiseta y una bufanda por todo equipaje. Y ahora volvéis felices y me alegro.

Y me alegré al poco tiempo por los míos. Esto es más fácil de entender.

Pero llevando la vista atrás uno se da cuenta, buen amigo, de lo poco que hace falta para bajarse de la burra. Han sido días de nerviosismo, de tensión y de tristeza. Y de alegría por lo que pudo ser y no fue. 

Lo primero sólo es fútbol, y esto último la vida. Esa que nos tiene reservadas alegrías y penas sin medida. Esa que nos da palos de vez en cuando y nos enseña que algunos de los que más nos duelen se los llevan otros. Esa que nos enseña una de las mayores verdades: siempre hay otro más jodido que tú.

Hago balance, amigo, y me quedo satisfecho de lo que pudo ser y no fue; triste de lo que fue y pudo no ser; alegre de verte feliz; atento a lo que necesites.

martes, 12 de mayo de 2015

Estoy de vuelta, como si nada.

Hace más de un año que no escribo en este blog. Abandonado a su suerte por ninguna razón en concreto, se me vino esta mañana a la cabeza, y aquí me tienes.

Recuerdo que una de las entradas que publiqué en su día fue acerca de las elecciones, varias entradas, de hecho, en las que comenté el oportunismo de los políticos, su desvergüenza a la hora de prometer e incumplir, su uso torticero de las redes sociales...

Y aquí me tienes, de vuelta, con la misma sensación de impotencia que en aquellos días en que me pasaba por aquí más a menudo.

Echando una mirada atrás, releyendo algunas entradas (han pasado más de cinco años desde la primera vez), me doy cuenta de que el tiempo pasa pero nada cambia, o cambia poco. Y a peor.

En todo este tiempo lamenté la falta de respeto a los usuarios que demostraban los conductores de bus urbano en Oviedo, y años después han llegado a ponerse en huelga por la sanción impuesta a quienes utilizaban el móvil o fumaban mientras conducían.

Pretendí desahogarme ante la falta de profesionalidad de la policía local, que llegó a valorar la gravedad de una persona inconsciente sin apearse del coche patrulla, uno de esos vehículos que ahora tildan de viejos y no aptos para el servicio. Quizá patrullando a pie puedan hacer mejor su trabajo. Aquel día sentí rabia por la actitud de los funcionarios, y gran orgullo por la de mis padres.

Pude ver lo poco que se preocupan algunas administraciones de aquellos que padecen problemas de movilidad, denunciando la situación de un parking público inaccesible en 2009 que a día de hoy continua igual.

Hace más de dos años empezaron a desmantelar la mayor industria que tuvo Trubia, nuestra Fábrica de armas, bajo la cobarde y atenta mirada de una clase política que hoy pretende hacernos creer una implicación que simplemente se apoya en la aparición de nuevas fuerzas políticas que hacen peligrar sus poltronas.

Y de nuevo llegan elecciones, de nuevo llegan las promesas, de nuevo llegarán las traiciones.

Y aquí me tienes, sin saber si merece la pena seguir escribiendo lo que pienso.

Volveré, más pronto que tarde, para seguir gritando a mis molinos de viento, o para despedirme, quien sabe.

lunes, 17 de febrero de 2014

Sonrisas y lágrimas + IVA

Foto: Paula Alonso Fdez.

Nunca había estado antes en un musical. Y reconozco que tenía ganas.

A priori uno ve, desde esa posición ignorante, un espectáculo caro, casi elitista si me apuras. 60 euros (sin descuentos) por tres horas de función.

Pero a la salida la cosa cambia, en realidad nada más empezar la cosa ya cambia. Influenciado, tal vez, por mi condicion de novel en el tema la valoración no puede ser mejor. Pude ver un espectáculo ágil, ejecutado a la perfección, rico en vestuario, decorados... Un espectáculo que según su propia descripción mueve más de 100 personas, 32 cantantes sobre el escenario, 10 músicos bajo él...

No es barato si tengo en cuenta el precio; pero es regalado si valoro la calidad.

Un par de días después caigo en la cuenta de que este tipo de arte, de cultura, está sujeto a los mismos tipos impositivos de IVA que el cine, por ejemplo.

Ese cine que nos cuesta mucho menos y aún así dejamos de lado. Ese cine que baja sus precios para llenar las salas un día o dos por semana, mientras musicales llenan teatros una función tras otra como ocurrió con éste en Oviedo, con precios entre 42 y 60 euros.

Se me ocurren muchas razones que explican este fenómeno. La más obvia es la calidad, claro. Ambos espectáculos están grabados con el 21% de IVA, lo que viene a ser unos 1'60€ en una entrada de cine y otros 12€ en el caso del musical.

Cuando se reclama un IVA reducido para la cultura hemos de ser conscientes de que no todo cuanto hay en ese cesto es digno de tal favor. Mientras una compañía de 100 personas llena teatros a 60€ por barba otros negociantes del celuloide se las ven y se las desean, mendigando subvenciones, para vender un producto generalmente mediocre; pagan poco y mal al 90% de la industria "auxiliar" del cine para poder pagar millonadas al otro 10%.

Y la flauta no suena si no te llaman Torrente.

Menos monsergas y cojamos el toro por los cuernos. Cultura sin IVA, pero cultura de verdad.